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Arquitectos: Lagula Arquitectes
- Área: 8676 m²
- Año: 2021
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Fotografías:Adrià Goula
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Proveedores: Marbres Lliçà, Santa & Cole
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Roquetes es un barrio con un carácter marcado por su situación periférica, remontando ya la sierra de Collserola, contemplando el llano de Barcelona a sus pies. La topografía y la dificultad para hacer llegar hasta ahí los servicios básicos (alcantarillado, transporte público) hizo fraguar la unión de sus vecinos en la lucha por sus derechos durante el desarrollismo en la dictadura y los primeros años de democracia.
Ese especial carácter del lugar y de sus lugareños, casi arisco, es acorde con el subsuelo rocoso que aflora a la superficie en forma de canteras en algunos puntos del barrio. La lucha obrera ha acostumbrado al vecindario a la necesidad de implicarse en el desarrollo de lo urbano. En su memoria aún quedan los domingos dedicados a la urbanización de unas calles irrelevantes para la administración porciolista de Barcelona. Aún hoy doblegan planificaciones urbanas desde los procesos participativos o desde la implicación de sus asociaciones ciudadanas.
Es una población irreductible, acostumbrada a acceder a su barrio por empinadas calles con pendientes al 20%. En los puntos de cruce entre la calle mayor de Roquetes, Carrer Mina de la Ciutat, y las cuestas perpendiculares del Carrer de les Torres, Jaume Pinent o Pla de Fornells, es donde la propuesta cristaliza en forma de poliedros rocosos que remiten a las geometrías de las antiguas pedreras.
Estas estructuras cortadas en granito alargan recorridos, suavizan pendientes y mejoran la accesibilidad de calles imposibles, que precisarían alpinistas, no jubilados. La reurbanización de los cuatrocientos metros de calle Mina de la Ciutat gira alrededor de esa media docena de esquinas, y de la diseminación de su solución en otros puntos para encerrar zonas ajardinadas que suavizan la piedra y la tamizan de verde.
En unos y otros puntos, esas formaciones devienen singularidades pétreas que caracterizan la ordenada y precisa urbanización requerida por la autoridad municipal. La calle es funcionalidad y Barcelona lidera desde hace lustros ese campo: bordillos de granito trazados con tiralíneas, estandarización de detalles constructivos y elementos de mobiliario urbano, y un concreto pero amplio abanico de piezas de pavimento de 20x20cm, panot barcelonés por antonomasia.
Este conglomerado de panots, iguales todos en sus medidas, diferentes en sus dibujos superficiales para desaguar la lluvia y evitar patinazos, representa el último guiño de los arquitectos a los vecinos que tan intensamente han participado en los seis años de proyecto y obra: “Utilizaremos todos los modelos de panot que se trabajan en Barcelona. ¿Todos? Todos”. La diversidad vecinal que existe en la actualidad, inmigrantes de distintos momentos y orígenes, plurales en sus lenguas y creencias, pero vecinos de Roquetes todos, queda representado en la amalgama de flores, círculos o pastillas cuadradas de cemento. Son dibujos variados, enmarcados en maestras graníticas que pavimentan la calle, representan la condición de amalgama del barrio e, inevitablemente, generan alguna respuesta irónica “¿Seguro que esto no son los restos de las obras de toda la ciudad?”.